Su profesor de gimnasia lo violó desde los seis a los once años. Aquello lo llevó al quirófano (le afectó al coxis), al psiquiátrico y al borde de la muerte. Ahora, este pianista británico vive en España y lucha con Save the Children para que los niños de nuestro país no sufran su infierno. James Rhodes  ha encontrado aquí inspiración para su nuevo libro, ‘Playlist’, sobre el poder mágico de la música. Por Fátima Uribarri/ Fotografía: Felipe Romero y Getty Images

Es extrovertido, amable y abierto, derrocha entusiasmo y sinceridad. Cuenta con franqueza que de niño fue violado por un profesor de su colegio. Sufrió esta tortura de los seis a los once años y le dejó una herida que no cicatriza. Su agresor le provocó desgarros físicos y psíquicos que lo han llevado al quirófano, las drogas, los intentos de suicidio y el psiquiátrico. La música lo salvó, dice, por eso ha escrito Playlist. Rebeldes y revolucionarios de la música (Crossbooks), para que los niños descubran los beneficios de la música. Hablamos con él en Madrid, donde vive desde hace dos años con su novia, la argentina Micaela Breque.

XLSemanal. ¿Le duele hablar de las agresiones sexuales de su infancia?

James Rhodes. Por supuesto que sí. Es horrible. Pero no hay nada más importante para mí que la protección de los niños. Es doloroso, pero si no hablamos de ello nada cambiará.

XL. Usted no pudo hablar de ello hasta los 31 años.

J.R. No me atreví a decir nada porque estaba aterrorizado. Los niños que han sido violados saben cómo ocultarlo. Sus violadores les han dicho -igual que me dijeron a mí- que si cuentas algo irás a la cárcel y nunca jamás verás a tu familia. Eso te paraliza, te aísla, te sumerge en una soledad terrible. No sabes cómo explicarlo, estás asustado, te han amenazado… ¡estás traumatizado!

«Una profesora me encontró en un pasillo temblando, histérico, con las piernas llenas de sangre. No vio la violación, se encontró conmigo nada más ocurrir. Yo tenía siete años. El colegio lo ignoró»

XL. ¿Nadie se dio cuenta de lo que estaba pasando?

J.R. Una vez, una profesora me encontró en un pasillo del colegio temblando, histérico, con las piernas llenas de sangre. No vio la violación directamente, pero se encontró conmigo nada más ocurrir. Yo tenía siete años.

XL. ¿Qué hizo esta profesora?

J.R. Se lo contó al director del colegio. Pero no pasó nada. Lo ignoraron.

XL. ¿Cómo es posible?

J.R. Era a principios de los noventa. La gente era mucho más ingenua. Si ahora te encuentras a un niño en el pasillo de colegio llorando, histérico, temblando, con las piernas llenas de sangre, llamas a la Policía. Además, todavía hoy en Gran Bretaña puedes presenciar eso o sospechar que un niño está siendo violado y no tienes la obligación de denunciar. No incumples ninguna ley si no haces nada.

XL. ¿Sus padres no se dieron cuenta?

J.R. No, y yo no se lo conté a nadie. Luego, de mayor, hablé largo y tendido con mi madre.

XL. ¿Se sienten culpables sus padres?

J.R. Seguro. Igual que otros padres a cuyos hijos les haya pasado eso. Seguro que se sienten mal, pero no me gusta hablar de mi familia. Puedo hablar de mí. Pero no puedo poner palabras en boca de otros.

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El pianista británico James Rhodes ha necesitado años de terapia para sobrellevar el lustro de su infancia durante el que fue salvajemente violado. Foto: Getty Images

XL. ¿Qué pasó con el hombre que lo violó?

J.R. Fue arrestado, acusado y murió antes del juicio.

XL. ¿Lo ha perdonado?

J.R. ¡No! Uno no perdona algo así. No soy el Dalai Lama. Quizá debería serlo, pero no lo soy. ¿Perdonarías a alguien si fueses un niño de seis años y te violase alguien que debería cuidarte? ¡No! Ni olvidarías ni perdonarías, querrías matarlo. Yo no lo he perdonado. Tampoco me he perdonado a mí mismo. Ese es un problema mayor. Pero lo que sí puedo hacer es utilizar cualquier micrófono, por pequeño que sea, para alzar la voz y pedir a la gente que abra los ojos.

XL. Su violador le provocó desgarros. Hubo secuelas físicas.

J.R. Sí. He tenido que operarme tres veces de la espalda. Tengo una prótesis de titanio: las violaciones me afectaron en la columna vertebral, en el coxis. ¿Por qué necesitamos hablar de detalles específicos? Porque la sociedad tiene que abrir los ojos. Nadie quiere leer en el periódico mientras desayuna en su casa que le ha pasado esto a un niño de siete años. Lo comprendo. Pero por eso todo sigue igual.

XL. ¿Cómo logró al fin hablar de ello?

J.R. Llegó un momento en el que o me quitaba la vida o encaraba el problema: hablaba de ello e intentaba salir adelante.

XL. Intentó suicidarse.

J.R. Sí, varias veces. Incluso después de empezar a hablar de ello. Pero luego encontré a una psicóloga en Londres especializada en víctimas de violación. Y me dejó claro que la única manera, la única, era hablar de ello. No siempre hablar de algo mejora las cosas, a veces las hace más duras durante un tiempo. Pero es la única vía.

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Asegura que la música le salvó la vida. «Es lo único que tenía de pequeño, lo único que nunca me ha decepcionado. Cuando escuchaba a Bach o Chopin, veía que existían cosas buenas, que el mundo no era tan malo». Foto: Instagram

XL. En Barcelona se ha representado en teatro Instrumental, su libro de memorias ¿lo ha visto?

J.R. No. Hay cosas difíciles, que no puedo ver. Es doloroso y difícil ver algo que trata sobre ti. Fui a ver Jauría, la obra sobre La Manada, y tuve que irme. Es una obra fantástica, muy visceral, muy exacta. Es muy duro. Muy doloroso.

XL. Ha podido escribir sobre su violación, pero no soporta verlo representado.

J.R. Si hablo o escribo sobre ello, puedo controlar lo que digo. Pero si veo una película y hay una escena de violación, yo vomito. Tengo que parar. Es demasiado fuerte. Si hay algún psicólogo o algún Freud que lea esto, por favor, que me ayude.

XL. ¿Ha visto el documental sobre Michael Jackson?

J.R. Todavía no. Prefiero no hacerlo. Me supondría días sin dormir. Lo haré con el tiempo.

XL. Da conferencias sobre el tema, colabora con Save the Children y ahora lucha para cambiar la ley en España.

J.R. Me fascina España, pero las estadísticas de este país son terribles, la mitad de cada ofensa sexual denunciada a la Policía es un delito sexual contra un menor. ¡La mitad! Y las denuncias representan una fracción de lo real. Es aterrador.

XL. Bien sabe usted que no es fácil denunciar.

J.R. Conozco la historia de una niña de ocho años que le dijo a su madre: «Me está violando mi padre». Fueron a la Policía y les respondieron. «No tenemos pruebas». Esta niña de ocho años cogió una grabadora, la escondió en su calcetín y grabó a su padre violándola. Volvieron a comisaría y arrestaron al padre. ¿En qué país vivimos para que una niña tenga que grabarse mientras la violan para que la Policía haga algo? Hay miles de historias como esta.

XL. Hay rechazo incluso a hablar de ello.

J.R. Lo hay. Y no ayuda cuando hay instituciones como la Iglesia que impiden las investigaciones policiales y que protegen a los pedófilos. Debemos alzar la voz y decir ya ‘basta’. Hay manifestaciones para detener las violaciones a las mujeres y debemos hacer lo mismo con los niños porque no pueden hacerlo solos, son niños y tenemos una responsabilidad con ellos. Todo el que esté leyendo esto tiene esa responsabilidad.

XL. ¿Por qué no se reacciona?

J.R. Le sorprenderían mucho las respuestas que me dan cuando hablo de esto. Hay abogados que me dicen «el sistema jurídico es perfecto en este país, los niños están muy seguros aquí». Es increíble el nivel de negación que hay.

XL. ¿Cómo va el cambio de la Ley de Protección Integral frente a la Violencia contra la Infancia?

J.R. Muy lento. Las elecciones no han ayudado, estábamos muy cerca y todo se paró. A mí Pedro Sánchez me ha recibido en la Moncloa. Me miró a los ojos y me dijo: «Te prometo que aprobaremos esta ley». Y ahora puede hacer que esto se materialice. No es una ley difícil de aprobar y está lista. Necesitamos que salga adelante.

«Según la ley española, que un hombre de 45 años tenga sexo con un niño no es violencia, es abuso. ¡Me deja en ‘shock’!»

XL. ¿Qué es imprescindible incluir en la ley para proteger a los niños?

J.R. Sobre todo los plazos de prescripción, que deben cambiar o extinguirse. Tiene que haber una renovación completa del sistema de Justicia en cuanto al enjuiciamiento de pedófilos, al tratamiento de las víctimas, la formación en escuelas, el apoyo a las víctimas…

XL. Cuando se detiene a pederastas, los medios hablan de ‘abusos’, se evita la palabra ‘violación’.

J.R. Ocurre constantemente. Además, con la ley de España ahora mismo no podemos diferenciar entre abuso y agresión. Me encantaría que alguien me explicase cómo es que el hecho de que un hombre de 45 años tenga sexo con un niño de siete no sea violencia. Según la ley, a veces no es violencia, es abuso, y eso me deja en shock. Espero que esto cambie.

XL. ¿Confía en los políticos?

J.R. Pedro Sánchez es padre, la mayoría de los políticos son padres. Ojalá que lo que me ha pasado a mí no les pase a sus hijos. Si eso ocurriese, la ley se aprobaría de un día para otro. Llevo más de un año luchando por esto. No debería ser tan difícil, pero, como los niños no votan, en términos realistas son invisibles para los políticos. Si me tengo que poner en la puerta de la Moncloa con una pancarta y tocando un tambor, lo haré.

James Rhodes: "No he perdonado a mi violador. No soy el Dalai Lama"

Varios factores llevaron a James Rhodes a radicarse en Madrid en 2017. Uno de ellos, reconoce, el ‘brexit’. «No me lo podía creer. Es como si todo el Reino Unido estuviera haciendo ‘balconing’, tirándose por un balcón. Un asco». Foto: ABC

XL. Dice que España le ha sentado muy bien.

J.R. Aquí estoy mucho mejor que nunca. Es increíble lo que hace para tu salud mental vivir en España. En Londres estaba en una especie de cárcel y ahora estoy en Disneylandia, es maravilloso. Toda la estructura de este país está diseñada para que me relaje. Aquí duermo mejor, tengo menos ansiedad, camino más tranquilamente y me lo paso mejor. Y la comida es fantástica.

XL. ¿Por qué ha venido a España?

J.R. Siempre quise venir. La chica de la que estoy enamorado vive aquí y eso también tuvo un papel importante en la decisión.

XL. Es muy entusiasta.

J.R. Quiero un pasaporte español. Me gustaría saber la diferencia entre ‘ser’ y ‘estar’. Quiero aprender los verbos y expresiones de forma apropiada. Espero que en unos tres años por fin pueda hablar bien el idioma y ahí me sentiré español.

XL. La educación musical en la escuela española no es muy buena.

J.R. Ni en Estados Unidos ni en Europa. Por eso he escrito Playlist. Quizá un niño escuche a Mozart y diga «guau, me gusta».

XL. ¿Su prioridad es la música?

J.R. No. Los niños por encima de todo, antes que la música. Los niños deben vivir y hacerlo sin traumas. Es mucho más fácil crear niños sólidos y fuertes que reparar a personas rotas. Es mi experiencia.

XL. ¿Usted está ya reparado?

J.R. Es una buena pregunta. Creo que estoy todo lo reparado que podría. Si pienso en ello, no quiero ser complaciente. Sigo recordando que he estado ingresado en un hospital y que he intentado ahorcarme. Eso no se olvida. Aunque esto suene raro, me siento renacido en España de alguna manera. No estoy reparado, pero sí estoy mucho más cerca que nunca de la reparación. Es la razón por la que estaré agradecido a España hasta el día que me muera, porque nunca hubiese llegado a este estado sin estar en España.

XL. ¿Se fue también por el brexit?

J.R. También fue una razón importante. No me lo podía creer. Es como si todo el Reino Unido estuviera haciendo balconing, tirándose por un balcón. Creo que les voy a dejar que hagan lo que quieran. El brexit es un asco. Voy a centrarme en España.

XL. ¿Por qué se ha tatuado Rachmaninov en el brazo?

J.R. Creo que Beethoven es el mejor compositor de todos los tiempos, pero tengo a Rachmaninov porque cuando los demás escribían música tónica y moderna él dijo: «No, voy a escribir temas románticos, melodías bonitas». Hizo lo que le gustaba. Muchos críticos lo despreciaron.

«Me parece muy injusto que la industria de la música clásica esté llena de gilipollas que creen que es un arte pijo solo para las altas esferas»

XL. ¿Qué música española conocía cuando vino aquí?

J.R. Conocía a Isaac Albéniz, Enrique Granados, Joaquín Rodrigo… De pop no conocía a nadie aparte de Julio Iglesias. Ahora conozco a Serrat, Leyva, Rosalía, Extremoduro, Estopa… hay un montón de grupos que me encantan.

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James Rhodes, de 44 años, divorciado y padre de un hijo, decidió mudarse a Madrid en 2017 para vivir con su novia, la modelo y actriz argentina de 29 años Micaela Breque, que se había trasladado años antes a España con su entonces pareja, el cantante Andrés Calamaro.

XL. Asegura que aprender a tocar un instrumento no es difícil.

J.R. Para nada. Todo el mundo puede hacerlo. Tocar en el Teatro Real es difícil, pero aprender lo básico es fácil. La gente llega a casa del trabajo y se pone a ver la televisión. Creo que es mejor pasar 30 minutos con un teclado electrónico, que te cuesta 50 euros y en una semana podrías tocar una pieza de Bach. Es fantástico.

XL. ¿Dice que su libro Playlist es una carta de amor, a quién?

J.R. A una generación de niños que ha terminado el colegio sin saber cómo suena un violín. Quiero que los niños escuchen algo nuevo. Da miedo que los compositores que han salvado mi vida sean el patrimonio solo de algunas personas.

XL. Está convencido de que la música le salvó la vida.

J.R. Totalmente. Es una droga milagrosa que siempre funciona. Para todo el mundo. No importa el género. ¿Podría imaginarse un mundo sin música?

XL. Pero critica el mundo de la música clásica.

J.R. Me parece muy injusto que la industria de la música clásica esté llena de gilipollas, de gente que quiere apropiarse de la música solo para ellos como si fuera un arte pijo únicamente para las altas esferas.

XL. Lucha por la música clásica y por los niños.

J.R. Vivimos en un mundo oscuro y nadie puede negarlo. El desafío es encontrar un poco de equilibrio, lo podemos hallar en diferentes cosas: una pieza de Bach, una torrija, una sonrisa que alguien te dedique en el metro… todos los días podemos encontrar algo.

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