La NASA planea estancias de larga duración en la Luna. Y después el objetivo es Marte. Hay prisa: los chinos quieren adelantarse y ya tienen preparadas nuevas misiones espaciales. Por E. Font / Fotos: Getty Images. Infografía/J.Antonio Peñas

La Luna albergó vida. De diciembre de 1968 a diciembre de 1972, nueve tripulaciones humanas orbitaron en torno a ella, caminaron y hasta circularon en vehículos por su superficie. Fue una hazaña imponente. Pero las visitas a la Luna terminaron de forma tan abrupta como empezaron. El ser humano se fue, y volvió a imperar el silencio.

La idea es que la luna sea una especie de estación de paso hacia Marte donde aprovisionarse de vituallas y combustible

Sin embargo, es posible que las cosas cambien pronto. Estados Unidos -en asociación con otros países y con el sector privado- se ha comprometido a regresar a la Luna.

En lugar de seguir el modelo anterior, conocido como ‘de banderas y huellas de pasos’, con tripulaciones efímeras, el objetivo hoy es establecer una presencia humana a largo plazo. La piedra angular del nuevo sistema será lo que la NASA denomina Lunar Orbital Platform-Gateway (LOPG), nombrecito complicado que encubre un concepto bastante simple: establecer una miniestación espacial en la órbita lunar.

como vivir en marte

Llegar a Marte supone ocho meses de travesía. El pasado mes de julio, el telescopio espacial Hubble captó al planeta rojo a 59,3 millones de kilómetros de la Tierra

La nueva Gateway será una estación relativamente pequeña: solo uno o dos módulos habitables -cada uno del tamaño de un autobús-, otro para el combustible y dos adicionales, como puerto de anclaje para los vehículos que lleguen del exterior.

Los astronautas viajarán hasta allí en la nave espacial Orión, que está desarrollando la NASA, y vivirán en la Gateway durante seis semanas seguidas orbitando sobre la Luna. Desde allí irán y vendrán de la superficie lunar a bordo de un aparato de aterrizaje. La idea es que los seres humanos empiecen a vivir en la Gateway en 2023 y que ese mismo año los tripulantes den el salto definitivo a la superficie lunar.

Desembarco en Marte con ‘meta volante’

Pero todo eso es solo un primer paso. El siguiente es aún más formidable: llegar a Marte. La Luna es el gran laboratorio en el que ensayar los sistemas necesarios para desembarcar en el planeta rojo: los rovers, sistemas energéticos y demás cosas necesarias para un asentamiento a largo plazo.

La idea es que la Luna, a tan solo tres días de viaje desde la Tierra, sea una especie de punto intermedio, de meta volante, antes de lanzarse a la conquista de Marte, situada a ocho meses de travesía.

La Gateway podría proporcionar los recursos necesarios para el gran salto. La Luna es una fuente natural de agua, aire y combustible para cohetes, gracias al hielo depositado en sus polos y diseminado en forma de polvo sobre el suelo; es lo que se conoce como ‘regolito’. Los astronautas podrían recoger el hielo y transportarlo a la Gateway. Una vez en la estación, almacenarlo allí en forma de agua o descomponer las moléculas de H2O y transformarlas en hidrógeno y oxígeno. En su camino a Marte, los astronautas podrían hacer un alto en la Gateway para aprovisionarse, ahorrando así el coste descomunal de trasladar elementos esenciales desde la Tierra. También se habla de enganchar un segundo módulo habitable a la Gateway, que los astronautas en misión marciana podrían recoger por el camino a fin de aumentar su espacio vital durante el largo viaje hacia Marte.

El plan de Bush que ‘tragó’ Obama

El regreso a la Luna seguramente es una buena idea, pero no todo el mundo está de acuerdo en que la Gateway sea la mejor forma de conseguirlo. Los discrepantes aseguran que el proyecto tiene un precio colosal y que para ir a Marte no es necesaria la Gateway. En realidad, ni para ir a la Luna ni para ir a Marte.

De hecho, el proyecto Gateway no fue concebido con la idea de llegar a la Luna. Al tomar posesión de su cargo, el presidente Obama heredó un programa para el regreso a la Luna insuficientemente financiado y plagado de retrasos, emprendido por George W. Bush en 2004. Obama, quien nunca mostró mucho entusiasmo por los programas espaciales, se disponía a darle el carpetazo al proyecto de Bush, incluyendo el desarrollo del Orión. Pero nunca es buena idea buscarse enemigos en Florida y en Texas, los estados donde está el sector espacial estadounidense, cuyos representantes parlamentarios pueden acabar con las aspiraciones legislativas de un presidente y con sus posibilidades de ser reelegido. Por ese motivo, Obama se sometió a las presiones del Congreso para que el proyecto Orión siguiera adelante.

Sin embargo, la Luna ya no era el objetivo. La NASA quería establecer una miniestación espacial en un asteroide cerca de la Luna y enviar a astronautas para que se alojaran en la estación y bajaran ocasionalmente al asteroide a fin de estudiarlo. Nunca se supo qué utilidad real podía tener esta idea y durante el segundo mandato de Obama la Casa Blanca fue olvidándose de ella poco a poco.

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Mars Express ha detectado en el polo sur de Marte un lago de unos 20 kilómetros situado a 1,5 kilómetros bajo la superficie. Podría albergar vida. Pero llegar a este lago sin contaminarlo es muy complejo

Sin embargo, ahora la NASA y la Casa Blanca insisten en que se ajusta como anillo al dedo a los nuevos planes. Aseguran que la Gateway permitirá explorar mucha más superficie lunar que en la época de los Apolo. Gracias a una suerte de equilibrio gravitacional que se da entre la Tierra y la Luna en el punto del espacio donde se va a situar, bastará con una pequeña propulsión adicional para ajustar la órbita a casi cualquier ángulo deseado. Es decir, basta con saber dónde se quiere ir, para orientar la órbita y volar sobre dicho punto exacto… incluyendo la cara oculta y los polos lunares, a los que ningún Apolo tuvo acceso jamás.

Además, la capacidad de trasladarse por la órbita con menor combustible posibilita una menor dependencia de los motores químicos, consumidores de monstruosas cantidades de combustibles, tan pesados como caros. En su lugar, la NASA tiene previsto acelerar el desarrollo de lo que se conoce como propulsión eléctrica solar (SEP), un sistema que se vale de la energía solar.

Un negocio en alza

La Gateway, a pesar de sus dificultades técnicas, cuenta con otra gran ventaja sobre su antecesor Apolo: colaboración internacional. Las primeras naves espaciales de la NASA eran unas máquinas manufacturadas a medida. El organismo estadounidense, como un genio de la alta costura, las ideaba, las proyectaba y, a continuación, encargaba a compañías privadas que las construyeran según sus especificaciones precisas.

El mercado espacial ha cambiado mucho. Ahora son empresas privadas las que construyen sus propias naves y propulsores

El mercado espacial ha cambiado mucho en estos años. Hoy más que a una maison francesa se parece a un gran bazar en el que numerosas corporaciones diseñan y construyen sus propios propulsores y naves y venden sus servicios a gobiernos y clientes corporativos. Las empresas privadas compiten en diseños y precios, pero -como pasa en todos los sectores de negocio- la compañía que finalmente consigue la contrata puede después comercializar sus productos a otros clientes adicionales. Sin embargo, tras el final del proyecto Apolo, nadie estuvo vendiendo módulos lunares a otros clientes interesados en volar a la Luna, con el consiguiente estancamiento del potencial de beneficio económico.

Turbulencias políticas

Otra gran ventaja es que hoy la NASA trabaja con unos asociados del sector público cuya importancia no es desdeñable. Existe un consorcio, coliderado por Estados Unidos y Rusia, formado por 15 países, entre ellos Canadá, Japón y los miembros de la Agencia Europea del Espacio. En 2017, los miembros del consorcio acordaron el calendario del programa Gateway y llegaron a un acuerdo preliminar sobre qué países se encargarían del diseño y la construcción de qué componentes. Rusia, por ejemplo, proporcionará el módulo hermético; Japón aportará un módulo adicional de ayuda en propulsión y comunicación, así como otra cámara hermética para realizar experimentos científicos; Canadá creará los brazos robóticos para el trabajo exterior…

A pesar de todas estas buenas noticias, los obstáculos para volver a pisar la Luna son considerables. La NASA anda mal de financiación. Su presupuesto anual no llega a los 20.000 millones de dólares, de los que solo 5000 van a parar a Gateway.

Esta financiación con cuentagotas explica el lento desarrollado de Gateway. Hoy, nadie cuenta con recibir un aluvión de dinero semejante al que posibilitó la carrera espacial de Estados Unidos en los años sesenta.

Por último está el problema permanente del oleaje político que emana de Washington, que a veces es capaz de ahogar hasta los programas más sólidamente financiados. Entre la creación de la NASA en 1958 y el último alunizaje en 1972, el país estuvo gobernado por cuatro presidentes (dos demócratas y dos republicanos) y ocho mayorías parlamentarias diferentes; si bien fueron frecuentes los debates sobre el ritmo deseable y el precio que pagar por la exploración humana del espacio, el objetivo de fondo nunca dejó de ser el mismo: la Luna.

Ahora, Marte empieza a robarle protagonismo con el reciente descubrimiento de agua bajo su superficie. Se trata de un reto de enorme complejidad. No solo hay que llegar allí, sino que hay que conseguir acceder al agua detectada a unos 1,5 kilómetros de profundidad por la sonda europea Mars Express. Y luego está la complicación añadida de cómo analizar esa agua sin contaminarla con material terrestre.

Pero las dificultades no van a frenar el afán explorador humano. China ya ha anunciado que en 2020 enviará una ambiciosa misión a Marte. Llevará un orbitador, un aterrizador y un rover para tomar muestras. La carrera espacial toma nuevo impulso.

Una estación más allá

Se llama Deep Space Gateway. Es una estación espacial que orbitará alrededor de la Luna. Será un punto de partida para misiones tripuladas a la Luna y a Marte. Se trata de un proyecto internacional en el que colaboran, entre otros, la NASA y la Agencia Europea del Espacio.

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