La primera ministra británica quiere transformar radicalmente su país, pero muy pocos saben en realidad lo que piensa. ¿Quién es Theresa May,  la mujer que guiará la salida del Reino Unido de la UE? Por Christoph Scheuermann / Fotos: Justin Sutcliffe (Eyevine / Contacto) y Cordon Press

Theresa May entra en la abadía de Westminster por un acceso lateral. Lleva un vestido azul, abrigo y zapatos bicolor; todo, bastante caro. May mide 1,72 y es, con diferencia, la mujer más elegante en el interior del templo. Todas las miradas la siguen mientras recorre el pasillo central de la célebre iglesia londinense, a tiro de piedra del 10 de Downing Street, su residencia oficial.

La cita ofrece un respiro a la primera ministra británica entre todo un aluvión de malas noticias relacionadas con el brexit. La libra esterlina pierde buena parte de su valor frente al dólar, muchos bancos se plantean abandonar las islas, la Corte Superior británica entrega al Parlamento, mayoritariamente contrario al brexit, el poder para supervisar el proceso e, incluso, bloquearlo y, por si fuera poco, un conocido think tank publica que la salida le costaría al Estado 84.000 millones de libras en los próximos cinco años. May toma el libro de salmos y lo abre por el número 23. El órgano suena, ella se pone en pie y canta con el resto de feligreses. «Aun cuando camine por el valle de las sombras, no temeré; pues tú estás conmigo, tu vara y tu cayado me infunden aliento».

De niña leía mucho, le gustaba discutir con su padre y con 12 años ya pegaba sobres y folletos para los ‘tories’. «Pronto estuve preparada para el mundo adulto»

Cinco meses después del referéndum, el clima político en el Reino Unido se ha enrarecido de forma dramática. Y el Gobierno de May es, en gran parte, responsable. La ministra del Interior, Amber Rudd, quiso obligar a las empresas a elaborar listas con sus empleados no británicos. El de Sanidad dijo que el personal sanitario de otros países solo tenía su puesto asegurado hasta que hubiera suficientes británicos formados para sustituirlos. En ambos casos, el Ejecutivo dio marcha atrás ante las protestas, pero un soplo de xenofobia se ha extendido por el país.

¿Qué mueve a May? Theresa May será la mujer que guíe a los británicos en su salida de Europa. Tiene que organizar un proceso de separación que llevará años y un nuevo comienzo para su país. Pero, ¿qué es lo que la mueve?

Mar 19, 2014 - London, England, UK - Home Secretary Theresa May arrives at no.10 Downing St. for a pre-budget cabinet meeting. (Credit Image: © Mark Large/Daily Mail/SOLO Syndication)

La primera ministra no esconde su lado femenino. Usa sin complejos prendas y zapatos con estampado de leopardo

Vida privada

Nació en Eastbourne, una pequeña ciudad en el condado de East Sussex, al sur de Inglaterra. Hija de un pastor anglicano, tanto la iglesia como el entorno en el que creció siguen marcándola hoy. No tuvo hermanos, dedicaba mucho tiempo a la lectura y le gustaba discutir con su padre. Una vez contó que estuvo preparada desde muy pronto para entrar en el mundo adulto. Tanto que a los 12 años ya pegaba sobres del Partido Conservador y enviaba folletos. La familia cambió con frecuencia de lugar de residencia, pero sus padres siempre evitaron Londres. «Theresa no era una niña de ciudad», afirma la escritora Virginia Blackburn en Theresa May: the Downing Street revolution, su biografía de la primera ministra. Sus padres murieron cuando tenía veintipocos años. el padre, en un accidente de tráfico y la madre, por una esclerosis múltiple.

Poco amiga de desvelar detalles personales, ha contado que le gusta pasar tiempo ante el fogón y que tiene cientos de libros de cocina y que es aficionada al críquet. Últimamente ha comentado que su marido y ella no han podido tener hijos.

Britain's Prime Minister, Theresa May, and husband Philip pose for the media outside number 10 Downing Street, in central London, Britain July 13, 2016. REUTERS/Stefan Wermuth - RTSHSVN

Philip es su gran apoyo. La pareja no tiene hijos «por razones médicas»

A semejanza de Margaret Thatcher, May también se endureció en un entorno político masculino. Una experiencia clave para manejarse en el Parlamento, institución que ha albergado durante siglos a generaciones de machos alfa. La Dama de Hierro tuvo la sangre fría suficiente como para mantener controlado durante once años a un gabinete ministerial lleno de gallos de pelea. Pero mientras que Thatcher gobernaba con obstinación y severidad, May se pasa noches enteras estudiando informes para estar mejor preparada que sus ministros. También se le da bien maniobrar para que se neutralicen entre ellos. Encargó, por ejemplo, las negociaciones con la UE a tres hombres que a las pocas semanas ya andaban a la gresca: el ministro de Asuntos Exteriores, Boris Johnson; el ministro del brexit, David Davis; y el ministro de Comercio, Liam Fox.

Ni siquiera los que compartieron gabinete con ella se atreven a decir que la conocen. «No tengo idea de sus posturas en muchos temas», murmura un veterano ‘tory’

A diferencia de otras políticas, la premier británica no esconde su lado femenino. Hace dos años aseguró que a una isla desierta se llevaría su suscripción a la revista Vogue. Siete de los miembros de su gabinete ministerial son mujeres (Thatcher solo tuvo una). May no se presenta como feminista, pero con ella la presencia de mujeres en el poder se ha vuelto más natural. Su marido, Philip, trabaja en el sector financiero londinense y May lo llama «mi roca». Llevan casados 36 años. Él dedica una parte cada vez mayor de su tiempo al distrito electoral y a cubrirle las espaldas a su mujer.

La fuerza del trabajo

Theresa May comenzó su carrera como concejala en el sur de Londres. La imagen que tiene de sí misma no podría estar más alejada de la de su predecesor, David Cameron, un clásico alumno de Eton. Una vez que le preguntaron por qué quería ser primer ministro, Cameron respondió: «Sencillamente, creo que sería muy bueno en el cargo». May nunca ha pensado que el mundo le deba nada. Su educación protestante no se lo permite, cree en la disciplina. A fuerza de trabajo llegó hasta el Ministerio del Interior.

Desde 1997 es representante en el Parlamento de un distrito electoral situado al oeste de Londres. Maidenhead, una zona rural con prados ondulados; el Little England, a solo una hora en tren de Londres. Siempre que su agenda se lo permite, May visita el distrito y habla con sus habitantes. En Westminster no hay muchos parlamentarios que se ocupen tanto de sus electores como ella. «Theresa sabe muy bien lo que ocurre aquí», dice Geoffrey Hill, presidente de la agrupación tory local.
«Lo que ves es lo que hay», dice Hill sobre May. No tiene una agenda oculta, añade, no hay escándalos escondidos. La primera ministra encarna la eficiencia, la confianza, el tener los pies en la tierra. Ella es como a Inglaterra le gustaría ser.

Los May tienen una casa en su distrito. Entre sus vecinos se cuentan George y Amal Clooney, además de banqueros y Robert Plant, el cantante de Led Zeppelin. Los habitantes del lugar siempre le han concedido una gran importancia a la discreción. El párroco dice con orgullo que ha rechazado más de 70 solicitudes de entrevista. «Hay unos pocos que hablan mucho. Pero no saben nada. Los que saben algo se callan».

El tory Philip Love es el alcalde de la ciudad. Fue uno de los que se encargó, a finales de los noventa, de encontrar un candidato conservador para el distrito. Había 240 aspirantes. Una de las preguntas que les plantearon en la selección era si creían que el Partido lo hacía todo bien. Love cuenta que muchos respondieron que sí. «Theresa, sin embargo, explicó de forma muy elocuente los errores que habíamos cometido en los últimos 20 años». Uno de los candidatos que se presentaron a la selección fue un tal David Cameron; no tuvo éxito, al final el puesto se lo llevó Theresa.

La arrogancia de Londres

May ha hecho de los conceptos de ‘patria’, ‘nación’ y ‘pertenencia’ el leitmotiv de su mandato. En su discurso en el último congreso de su partido, en octubre, dijo. «Los que se describen como ciudadanos del mundo no son, en realidad, ciudadanos de ninguna parte». Con ese mensaje anticosmopolita, May no solo se volvía contra la globalizada clase financiera y empresarial británica; también contra la ‘londonización’ de las islas. En la Inglaterra rural, en cambio, su discurso fue muy bien recibido.
May interpreta el voto a favor del brexit como una venganza de las provincias contra la arrogancia de la capital. Por eso quiere estimular a las regiones marginadas. Quiere devolverle el poder a la provincia. Y cuenta con una persona fundamental para ayudarla en esta tarea.

May es hermética incluso en su vida personal. Hija de un pastor anglicano, la iglesia y el entorno rural donde creció han marcado su personalidad

Nick Timothy es el hombre que le pone palabras a la visión del mundo de Theresa May. Solo tiene 36 años y ya escribía discursos para su jefa cuando estaba en el Ministerio del Interior. Se lo considera un euroescéptico beligerante que ejerce más influencia sobre la primera ministra que ningún otro consejero. Un periodista de la revista Politico lo definió como «el hombre que de verdad gobierna Gran Bretaña».

Timothy es todo lo contrario a un liberal de izquierdas londinense. Procede de un barrio obrero de Birmingham y desprecia a los líderes de opinión de la capital. Al igual que les ocurre a los laboristas, los conservadores tienen el problema de haberse centrado desde los años noventa en la clase media profesional, descuidando los márgenes de la sociedad, así como a aquellos votantes que no viven en las grandes ciudades. Nick Timothy cree que una de sus tareas es ganarse para el Partido Conservador a la clase obrera decepcionada, arrebatársela a los laboristas y al Ukip.

A finales de los noventa entró en el Parlamento, tras imponerse a 240 aspirantes conservadores en su distrito. Entre ellos, el ex primer ministro David Cameron

El riesgo es que, en este proceso de cambio, Gran Bretaña pierda su fama de nación abierta e internacional y que tories moderados se sientan excluidos de esta retórica. Los parlamentarios favorables a la permanencia en la UE guardan silencio. Se preguntan qué papel representan ellos en el partido del brexit, si es que todavía tienen alguno. Entre ellos se cuenta el exministro del Tesoro Kenneth Clarke.

Clarke ocupa un escaño conservador en el Parlamento desde 1970 y conoce a May desde sus primeros días como diputada. Aunque se muestra muy precavido con la palabra ‘conocer’. En realidad, murmura, no tiene ni idea de su postura en muchos temas. Es una afirmación muy significativa, pues Clarke pasó cuatro años sentado en el mismo gabinete de ministros que ella. «Como ministra del Interior, en sus discursos nunca se salía de los ámbitos de su competencia. Se limitaba a hacer su trabajo». Eso sí, lo hacía tan bien que pronto empezó a sonar como candidata a puestos más altos. Clarke no duda de que, en su fuero interno, May es una europeísta pragmática.

En las semanas previas al referéndum, la propia May alertó de los riesgos del brexit: «Mucha gente invierte en el Reino Unido porque somos miembros de la UE», aseguró en un acto con banqueros. Si el Reino Unido abandonase la UE, habría que contar con una salida de capital, dijo. Los críticos de May ven en ello la prueba de que tiene unas ideas más proeuropeas de lo que admite. De momento, ya ha sustituido su mantra del «brexit es brexit» por otra fórmula más matizada, la de que Gran Bretaña quiere seguir formando parte del mercado único y operar dentro de él. Estas palabras no aportan mayor claridad a sus planes, pero la mera posibilidad de que pueda buscar algún tipo de compromiso basta para enfurecer a los detractores de Europa. Sería una «traición al pueblo británico», se dice desde el movimiento Leave.EU. May es muy consciente de esa oposición, además, carga con el impedimento de no haber sido elegida por el pueblo, sino designada directamente por el partido. Y, quizá precisamente por esa debilidad, acabe siendo más dura en las negociaciones con Bruselas de lo que cualquier otro hubiera sido.

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