Su mansión en Mallorca ha llevado a Boris Becker a la bancarrota. Debe más de tres millones de euros. Delitos fiscales, tiburones financieros, mala salud… El último y triste capítulo de la estrella el tenis. Por Jochen Siemens y Johannes Röhrig / Fotos: Getty Images y Cordon Press

Una foto lo resume todo. Se tomó en mayo de 2014: Londres, una gala benéfica, famosos, alfombra roja. En la imagen, dos hombres: uno, Boris Becker, con el rostro tenso; el otro, un londinense, John Caudwell, conocido en los círculos financieros, que sonríe como un tiburón. Becker es su presa.

Aquello pasó hace tres años. Hace unas semanas, también en Londres, una jueza declaró a mister Boris Franz Becker -su nombre completo- en bancarrota. Previamente, el banco londinense Arbuthnot, Latham and Co., había denunciado a Becker por unas deudas que llevaba sin pagar desde 2015: más de tres millones de euros. La cosa es seria. Una catástrofe financiera en toda regla, por mucho que el propio Becker asegure que ni es «insolvente» ni está «en la ruina» y haya lamentado que la jueza le haya declarado en bancarrota sin conocer su situación financiera real.

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Un niño prodigio: Boris Becker ganó su primer Wimbledon con 17 años, el más joven de la historia. Luego vendrían otros dos más. A lo largo de su carrera ganó 49 torneos individuales y 15 dobles

Aquella foto de 2014 y la reciente sentencia están relacionadas. Es posible que, por entonces, Becker pensara que John Caudwell era su amigo, uno de esos a los que recurres cuando tienes un problema grave. Y Becker lo tenía: su finca en Mallorca iba a salir a subasta judicial si no pagaba inmediatamente las facturas presentadas por la empresa de reformas. Podemos imaginarnos la conversación que ambos hombres mantuvieron aquella noche. «¿Cuánto necesitas?», pudo haberle preguntado Caudwell. «Bueno, no sé… ¿dos millones?». «Te los doy, pero que quede entre nosotros. Oye, y Lilly está estupenda esta noche…».

Una escena así no habría sido extraña para Becker

Desde que ganó Wimbledon con 17 años, le empezaron a llegar millones, pero también a salir… A veces, no tenía ni idea de quién pagaba los billetes de avión o los hoteles de lujo, podía ser un patrocinador o una federación de tenis. ¿Pagar la reparación de unos muros en Mallorca? Ya se hará, no hay prisa. Pero nadie pagó.

Becker asegura que no es insolvente ni está en la ruina. Ha lamentado que una jueza londinense le haya declarado en bancarrota sin conocer su verdadera situación financiera

Pocas semanas después de aquella noche en Londres, el 24 de junio de 2014, en el Registro de la Propiedad de Manacor/Mallorca se inscribía una hipoteca sobre la «finca número 14143» a nombre de John David Caudwell, de Londres. Según la documentación, el multimillonario prestó 2.111.651,97 euros a la empresa Goatbridge S. L., propietaria y administradora de la finca de Artà, en Mallorca, con garantía de la propiedad. ¿El dueño de Goatbridge?: Boris Becker. Como administrador de la empresa figura Waldemar Kliesing, su antiguo fisioterapeuta.

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Nadando entre tiburones: junto con el británico John Caudwell. El financiero le prestó a Becker más de dos millones de euros para que su casa de Mallorca no saliera a subasta judicial. El inglés le exigió unos intereses exorbitantes

En los datos del registro también figura cómo se habían de repartir los más de dos millones de euros. 582.288,96 fueron al constructor Melchor Mascaró, impulsor de la subasta judicial, y 74.179,72 a un asesor fiscal, mientras que otros 80.000 fueron a parar, en concepto de «honorarios», al generoso benefactor londinense; esto es, a Caudwell. Asimismo, el documento oficial deja constancia de que, quizá Becker también habría sido algo negligente a la hora de cumplir con los impuestos. el Fisco se cobró 138.000 euros. Por lo tanto, quedaban alrededor de 1,2 millones. De acuerdo con los datos que figuran en el Registro, el señor Becker hizo que se transfirieran a Londres.

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La casa de sus sueños que no encuentra comprador: el tenista lleva años tratando de vender su finca de Mallorca. De un precio inicial de doce millones de euros se ha pasado a los diez que figuran en el cartel de venta

El documento recoge en un par de párrafos más adelante las condiciones del préstamo. Se establecía un interés del 25 por ciento para el año de plazo de devolución del crédito. Si esta cifra fuese la aplicable -la inscripción en el Registro de la Propiedad no es un contrato de préstamo-, Becker tendría que pagar por esos 2,11 millones de euros otros 527.912 en intereses.

Pero Becker no es hombre que se pare a leer la letra pequeña. En el año 2000 ya dio prueba de ello cuando le firmó a Sportgate, una start-up, un aval de 1,5 millones de euros en una hoja de papel mientras estaba en el bar de un hotel. Sportgate se declaró en suspensión de pagos poco después, pero Becker salió bien librado del juicio; solo tuvo que pagar una parte de esa cantidad.

No es un hombre que lea la letra pequeña. En 2000 firmó con una ‘start-up’ un aval de 1,5 millones en un bar. La empresa quebró poco después

Pero parece que esta vez no va a ser tan fácil. El multimillonario londinense decidió deshacerse del pagaré de Becker antes del plazo acordado de un año. En abril de 2015 le traspasó la hipoteca al banco londinense Arbuthnot, Latham and Co., con vencimiento el 4 de junio de 2015 y con las mismas condiciones. Becker no saldó su deuda en aquella fecha. Tampoco en junio de 2016. El montante de la deuda ha ido ascendiendo y ya alcanza los 4.056.129,45 euros.

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Un tren de vida de millonario: la reciente sentencia de un tribunal del Reino Unido que lo ha declarado en bancarrota obliga al jugador a declarar todas sus propiedades

Si después de este palo Becker está en bancarrota, se sabrá pronto. La sentencia lo obliga a declarar todas sus propiedades, si es que le queda alguna. Su lista de juicios por impagos es larga. Incluso el párroco que ofició su boda con Lilly, en St. Moritz en 2009, tuvo que reclamarle sus honorarios. Y en 2011 Mercedes, su socio publicitario, le exigió 2288 euros acumulados en multas por estacionamiento indebido. Tres años más tarde, la empresa automovilística se desvinculó del antiguo ídolo del deporte.

¿Párrocos? ¿Multas? Minucias quizá. Pero el asunto de las facturas impagadas de su finca en Mallorca pone en evidencia las estrecheces económicas en las que Becker se encuentra. ¿Por qué si no le habría pedido dos millones a un tiburón de las finanzas en vez de pedírselos al banco?

Becker no es un hombre de negocios

Como jugador ganó muchos millones, aunque agigantados en la imaginación del público. Se hablaba de 150 o 200 millones de euros, sumas que el propio Becker nunca confirmó. Al contrario. «Todo lo que me rodeaba se sobredimensionaba», dijo hace unas semanas. En todo caso, aquellas supuestas millonadas le hacían muy atractivo para aduladores y consejeros. Al principio eran buenos, luego ya solo medio buenos. Y, tras la muerte del asesor Axel Meyer-Wölden en 1997, Becker creyó que ya era hora de gestionar por sí mismo tanto su fortuna como sus amistades. Porque cuando se tiene mucho dinero, también se tienen muchos amigos. Cualquier chalado con una idea para un negocio intentaba vendérsela: Sportgate, Boris Becker TV, New Food AG…

Su lista de juicios por impagos es larga. Incluso el párroco que lo casó tuvo que reclamarle varias veces sus honorarios

Muchas cosas se torcieron en su vida. A todo este panorama se vino a sumar la separación de su primera esposa, Barbara, que le costó 15 millones de euros, además de otra buena cantidad de millones para su hija Anna Ermakova, en la actualidad de 17 años, fruto de una fugaz aventura en Londres. En 2002 fue acusado de evadir impuestos por valor de 1,7 millones de euros y se le condenó a una multa de 500.000 euros y a dos años de libertad condicional. Todos estos reveses llegaron cuando ya no jugaba y, por lo tanto, ya no estaba en condiciones de hacer frente a esas cantidades igual que antes.

La vida de Becker sigue tragándose montañas de dinero. Reside con su mujer, Lilly, y su hijo de siete años, Amadeus, en Londres, en la zona más cara de Europa. Hasta hace unos meses, en una de esas típicas mansiones inglesas de dos pisos y setos recortados con precisión milimétrica; ahora, en una casa parecida a un kilómetro de distancia. Entre sus antiguos vecinos se comenta que se habían producido retrasos en el pago del alquiler, de 22.000 euros al mes. Y que el jardinero también tenía facturas sin pagar. Ahora, según se cuenta, los Becker viven en la casa de un amigo rico, que en tiempos fue directivo de una marca deportiva.

Desde que se hizo pública su bancarrota, Becker ha vuelto a ser una presa cotizada para los fotógrafos. La semana pasada lo pillaron entrando a un edificio de oficinas en el centro de Londres con una bolsa de gran tamaño. Según la placa que figura en la puerta, allí tienen su sede un asesor financiero y dos despachos de abogados especializados en separaciones. El pasado viernes, Becker afirmó que no iba a hacer público dónde tiene su dinero ni de qué empresas conserva acciones. Durante el juicio llamó la atención que se remitiera una y otra vez a la misma propiedad. Son Coll, su finca en Mallorca. Los abogados de Becker solicitaron al tribunal una prórroga para el pago de su deuda, argumentando que estaba a punto de resolverse con una entidad española un crédito con la finca como garantía, y que el valor de esta era mayor que la suma motivo del procedimiento.

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Problemas con el fisco: en 2002 fue acusado de evadir impuestos por un valor de 1,7 millones de euros. Un tribunal de Múnich (Alemania) lo condenó a una multa de 500.000 euros y dos años de libertad condicional

Son Coll se encuentra en las afueras de Artà, al noreste de Mallorca. Becker decidió construirse ese refugio en los noventa. Estamos hablando de una residencia principal, otra para invitados, piscina y pista de tenis. Se unieron ocho parcelas para hacer una sola. Fueron tres años de obras, luego surgieron contratiempos por un tema de licencias. La casa solo estuvo en condiciones de ser habitada al cabo de ocho años, pero para entonces las preocupaciones de Becker ya eran otras. separación de Barbara, problemas fiscales y el final de su carrera deportiva. Son Coll, donde Becker nunca ha llegado a residir de verdad, exige cuidados y mantenimiento permanentes. Mal asesoramiento, manifiesta testarudez y falta de tacto en las relaciones con las autoridades mallorquinas marcaron la construcción de la finca, como contó en su libro La vida no es un juego. Mientras, Son Coll se marchita. Hoy, todas las plantas están secas y la piscina es un charco de agua verdosa.

La empresa que Becker fundó en 2003, Goatbridge, que sobre el papel es la propietaria de la finca, sólo le causa problemas: por irregularidades en los balances, a la empresa no se le permite introducir modificaciones en el registro societario. La consecuencia es que Waldemar Kliesing -antiguo hombre de confianza de Becker- sigue como administrador de la finca, aunque ahora dirige una consulta de fisioterapia en Alemania.

Sea como fuere, la casa de Mallorca sigue en pie. Varias inmobiliarias llevan años intentando venderla por encargo del propietario. «Villa representativa. Parcela de 218.000 m2, 1600 m2 habitables, diez dormitorios, diez cuartos de baño», así figura en los anuncios de las agencias. Pero no hay comprador. De un precio inicial de doce millones de euros se ha pasado a los diez millones.

A lo largo de estos últimos años, Becker ha conseguido evitar la subasta judicial en tres ocasiones. También ha abandonado varios de sus negocios. En 2016 vendió tres concesionarios de Mercedes en Alemania. Otro tanto hizo con su participación en la empresa Völkl Tennis.

La marca Puma sigue teniendo un modelo Boris Becker…, pero en Asia. En realidad, en estos momentos solo se le puede ver -y oír- trabajando como comentarista en la BBC y para Eurosport.

Cuando lo vemos salir de su casa por la mañana, apenas apreciamos ya nada de su pasado de deportista. Con su 1,92 de altura, se mueve como si tuviera 59 años en vez de 49. Su cuerpo le tortura, el dolor es un suplicio. Lleva dos prótesis de cadera y una placa de metal en el tobillo izquierdo. Es un hombre hecho de retales. Su cuerpo, herramienta de todos sus triunfos, está dañado por años de esfuerzos. Y eso también pasa factura en el estado de ánimo. Durante dos años trabajó como entrenador mental de Novak Djokovic y el serbio empezó a ganar sin parar. Pero el trabajo, por el que supuestamente recibió 800.000 dólares, llegó a su fin el año pasado, sin que se conozcan las razones. Su puesto lo ha ocupado Andre Agassi, uno de los viejos rivales de Becker.

CON 49 AÑOS, UN CUERPO AL LÍMITE

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Con su mujer, Lilly Becker

Codos: tiene las articulaciones extremadamente inflamadas.

Espalda: en 2001, sufrió dos hernias discales.

Caderas: en 2010 le colocaron una articulación artificial de cadera y en 2014 tuvieron que implantarle otra prótesis.

Tobillo: la primera operación fue en 1984, aunque siguieron muchas otras. Este año tiene previsto que le implanten una articulación artificial de tobillo.

Rodilla: sufría problemas crónicos en los cartílagos y meniscos.

Mano: Durante su época de profesional jugó muchas veces con tenosinovitis y tendinitis crónica en la mano derecha.

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