Jared Diamond es uno de los intelectuales más respetados de Estados Unidos. En su último libro propone una innovadora solución para tratar los problemas de la humanidad. Personajes como Bill Gates y Yuval Harari han caído rendidos. Por David Wallace-Wells / Fotografía: Tom M. Johnson

Lecciones del pasado, según Jared Diamond

Siempre había sido el alumno más brillante de su clase, el niño que aprendió a tocar el piano a los seis años, la misma edad a la que empezó a interesarse por la biología evolutiva, los idiomas o las matemáticas… Pero cuando, después de brillar en Harvard, Jared Diamond empezó su doctorado en Fisiología en Cambridge, descubrió lo que Aristóteles quería decir cuando habló de las raíces amargas de la ciencia. En el laboratorio, sus experimentos sobre la fisiología de la vesícula biliar no funcionaban y, por mucho que se esforzara, no conseguía resultados. Estuvo a punto de dejar la ciencia, hasta que una conversación con sus padres (él, médico y profesor en Harvard; ella, lingüista y pianista) le hizo recapacitar, aislar el problema y volver a intentarlo. A su regreso a Cambridge, y con la ayuda de un par de colegas, resolvió el experimento. Entonces solo tenía 21 años, y terminaría siendo uno de los intelectuales (y de los fisiólogos, ornitólogos y geógrafos) más respetados de Estados Unidos, pero aquella primera crisis vital fue un punto de inflexión. Diamond, en definitiva, se había aplicado con éxito la vieja máxima formulada por Winston Churchill: «Nunca desperdicies una buena crisis».

De aquella experiencia (y de su segundo matrimonio con la psicoterapeuta Marie Cohen) nació una idea tan audaz como controvertida que ahora ha cristalizado en su último libro, Upheaval: Turning Points for Nations in Crisis, que llegará a las librerías españolas en noviembre. «Los terapeutas han desarrollado gran cantidad de información sobre cómo resolver las crisis personales. ¿Podrían sus conclusiones ayudarnos a resolver las crisis nacionales?», se pregunta Diamond.

El planteamiento ha sido aplaudido por intelectuales como Steven Pinker, Yuval Harari y todopoderosos como Bill Gates.

«Siempre ha habido sociedades que se destruyeron a sí mismas; el riesgo ahora es asistir al hundimiento del mundo entero»

Diamond habla once idiomas y es famoso, sobre todo, por sus populares libros de divulgación. En 1997 ganó el premio Pulitzer por Armas, gérmenes y acero, una brillante obra sobre el desarrollo de la historia humana. En Colapso, Diamond examinó cómo algunas sociedades desaparecen mientras otras prosperan, y en El mundo hasta ayer, publicado en 2012, se preguntaba qué podían aprender las sociedades occidentales sobre las culturas más arcaicas.

Jared Diamond: "El mundo como lo conocemos puede colapsar en 2050"

Jared Diamond con Bill Gates

En su última obra analiza siete países que, en un momento u otro de su historia, han tenido que hacer frente a graves crisis nacionales: Finlandia y su tensa relación con la Unión Soviética, Chile después del asesinato de Allende, la transformación de Japón en un estado moderno, la reconstrucción de Alemania después de la Segunda Guerra Mundial, Indonesia tras las masacres de Suharto o la búsqueda de la identidad poscolonial de Australia. También disecciona los grandes retos a los que se enfrenta el mundo: desde la amenaza nuclear y el cambio climático hasta la gestión de los recursos naturales y la desigualdad.

XLSemanal. Tengo la impresión de que existe cierto hilo conductor entre sus libros. ¿Sigue usted opinando lo mismo que hace 14 años cuando escribió Colapso?

Jared Diamond. Sí. Mi punto de vista sigue siendo el mismo: muchas sociedades del pasado implosionaron por efecto de problemas ecológicos. Hoy sabemos de más casos. Se han hecho estudios sobre el hundimiento de Cahokia, cerca de la actual ciudad de San Luis. Cahokia en su momento fue la sociedad nativa americana más populosa del norte del continente. Cuando escribí Colapso, no se sabía por qué se vino abajo, pero ahora contamos con un estudio muy bueno que deja claro el papel que jugaron el cambio climático y las inundaciones del río Misisipi en el hundimiento de Cahokia. La tesis de fondo de Colapso sigue siendo válida. En el pasado hubo sociedades que se destruyeron a sí mismas. Es un hecho histórico. El riesgo actual no es que las sociedades vayan colapsando una tras otra. Por causa de la globalización, el riesgo que corremos es asistir al hundimiento del mundo entero.

XL. ¿Hasta qué punto le parece probable que la civilización humana en su conjunto vaya a venirse abajo?

J.D. Diría que hay una probabilidad del 49 por ciento de que el mundo que conocemos colapse hacia el año 2050. Yo a esas alturas estaré muerto, pero mis hijos no; en 2050 tendrán 63 años. Es una razón de peso para que el asunto me interese personalmente, y mucho. Nuestra actual gestión de los recursos esenciales para las sociedades complejas no resulta sostenible.

«El mundo como lo conocemos puede colapsar en 2050»

XL. ¿Qué recursos gestionamos peor?

J.D. Pensemos en las pesquerías del mundo entero; en su mayor parte no están siendo gestionadas de modo sostenible, y el resultado es su agotamiento progresivo. Lo mismo sucede con la agricultura: en términos globales, nuestra agricultura no es sostenible. Lo mismo vale para la superficie terrestre, para el subsuelo. Nuestra gestión de las reservas de agua potable que hay en el mundo tampoco es sostenible. Si sumamos todos estos factores, al ritmo actual, podremos seguir adelante con nuestra utilización no sostenible de los recursos durante unos pocos decenios más. Pero, hacia 2050, ya no podremos continuar así. Lo que significa que, para entonces, o hemos enfilado un rumbo sostenible o será demasiado tarde.

XL. ¿Cuáles son las ideas que ofrece su nuevo libro para ayudarnos a ajustar ese nuevo rumbo?

J.D. En el plano de una crisis nacional, el primer paso es la aceptación del problema. El país ha de reconocer que se encuentra en una situación de crisis. Es algo que cae por su propio peso; si uno niega la existencia de una crisis, no hay forma de solucionarla. El segundo paso: darte cuenta de que puedes hacer algo al respecto. Tienes una responsabilidad, tienes posibilidad de actuar. Si únicamente te limitas a decir que la crisis es culpa de otros, no vas a hacer muchos progresos para resolver el problema. Un buen ejemplo nos lo ofrecen algunos de nuestros dirigentes políticos, los que dicen que los problemas de Estados Unidos no tienen origen en Estados Unidos, que sus causas están en China, en Canadá o en México. Al insistir en que los causantes de los problemas son otros países, vienen a decir que no nos corresponde a nosotros resolverlos. Este segundo paso también cae por su propio peso.

«¿Cuál es la prioridad del planeta? Eso es como preguntar por la clave de un matrimonio feliz. ¡Hay que hacer todo bien!»

XL. En lo referente al cambio climático, vemos que hay distintas posturas. los que consideran que la única solución se da a través de la acción individual y los que se centran en lo nocivo de determinados intereses corporativos. Qué opina usted?

J.D. Si me pregunta si hay que optar por la acción individual, por la acción corporativa en el plano intermedio o por la acción gubernamental en el plano superior, mi respuesta es. por las tres cosas a la vez. Siempre podemos hacer algo en el plano individual. Podemos comprar un tipo de coche, y no otro. Podemos pasarnos menos horas al volante. Podemos dar prioridad al transporte público. Es un comienzo. Luego están los intereses corporativos. Está claro que hay grandes corporaciones que hacen cosas horribles, pero otras están realizando un magnífico trabajo que no genera titulares de prensa. Cuando ocurrió lo del Exxon Valdez y la fuga de petróleo en la costa de Alaska, la noticia salió en todas las primeras planas de los periódicos. Pero Chevron ha estado gestionando sus campos petrolíferos en Papúa Nueva Guinea de forma más que rigurosa, mejor que en cualquier parque nacional que yo haya visitado, y la noticia no ha salido en ninguna primera página, porque no tenía gancho. Por último, el Gobierno tiene que desempeñar un papel. En pocas palabras, el cambio climático puede ser abordado a todos estos niveles: individual, corporativo y nacional.

XL. En su libro, al hablar del presente, se refiere usted al clima y a los recursos, pero también habla de la amenaza de la guerra nuclear. ¿A cuál de todos estos problemas cree que debemos dar prioridad?

J.D. No tenemos que dar prioridad especial a una u otra cosa. Es como si alguien me pregunta. «¿Jared, cual es el factor decisivo para gozar de un matrimonio feliz?». Mi respuesta sería: «Tu pregunta me lleva a vaticinar que tu matrimonio acabará en divorcio dentro de pocos años». Si quieres disfrutar de un matrimonio feliz, has de hacer 37 cosas bien. Si haces 36 cosas bien, pero el sexo no es satisfactorio, o hay problemas de dinero o te llevas mal con tu familia política, estás abocado al divorcio. El truco está en hacer todas las cosas bien a la vez.

XL. Lo que en el caso del planeta significa…

J.D. Hemos de evitar el holocausto nuclear, es evidente. Si el holocausto nuclear se produce, estamos acabados para siempre, incluso si llegáramos a resolver la cuestión del cambio climático. Hemos de resolver el problema del cambio climático, porque si no lo hacemos estaremos también acabados. Si solventamos el problema del cambio climático y prevenimos el holocausto nuclear, pero seguimos explotando los recursos de forma insostenible, también estaremos acabados. Y si logramos resolver las cuestiones nuclear, climática y de los recursos, pero seguimos manteniendo o incrementando la desigualdad en el mundo, también estaremos acabados. Por eso digo que no hay que conceder prioridad a una sola cosa. Del mismo modo que un matrimonio ha de saber manejarse con el sexo, con los hijos, con los parientes políticos, con el dinero y con las ideas políticas, estamos obligados a solventar todos esos problemas al mismo tiempo.

«Hemos solucionado grandes problemas. Delinear las zonas económicas costeras de todo el planeta era muy difícil, pero se logró»

XL. ¿La historia nos puede dar algunas lecciones valiosas? 

J.D. Un factor que Estados Unidos lleva muy mal es utilizar a otros países como modelo para resolver problemas. En Estados Unidos siguen creyendo en la denominada «excepcionalidad americana». La idea de que Estados Unidos es un país único en todos los sentidos, excepcional. Consecuencia de ello es pensar: no hay nada que podamos aprender de otras naciones. Tendríamos que olvidarnos para siempre de la idea de que Estados Unidos es un país tan excepcional que no tiene sentido aprender algo de otras naciones. Eso es una majadería.

XL. Pero de su libro se deduce que no hay un solo país en el mundo que sea un ejemplo indiscutible a seguir por las demás naciones, ¿hasta qué punto es optimista en lo referente a nuestra capacidad para crear un futuro sostenible y próspero?

J.D. La pregunta es interesante. Si hubiera terminado el capítulo final de mi libro sin escribir las últimas seis páginas, sería de lectura pesimista. Las Naciones Unidas… Sí, la ONU está muy bien, pero carece del necesario poder efectivo, razón por la que me sentía pesimista sobre nuestra capacidad para solventar los grandes problemas. Pero entonces, por suerte, hablé con algunos amigos y aprendí que, en los últimos 40 años, el mundo ha hecho progresos palpables a la hora de solucionar cuestiones muy problemáticas y difíciles. Un ejemplo: las economías de las zonas costeras. Son incontables los países cuyas zonas económicas del litoral se solapan con las de otros países. Resultaba complicadísimo hacer que todos los países del planeta convinieran en la delineación de sus zonas económicas costeras. Pero se consiguió. Hoy están delineadas.

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