Tom Hanks es la primera estrella de Hollywood en hacer público que padece coronavirus. A sus 63 años, es uno de los actores más queridos y que más confianza transmite a los espectadores. Una característica que el propio actor comenta en esta entrevista. Charlamos con el gran icono americano. Por Robbie Collin y Fernando Goitia / Fotografía: Spencer Heyfron

El miércoles Tom Hanks y su esposa, Rita Wilson, fueron las primera estrellas de Hollywood en anunciar que habían contraído el coronavirus. Fue en Australia, donde el actor rueda una película sobre Elvis Presley. En su primer comunicado explicaban los síntomas que padecían, «cansancio, algunos dolores, algo de fiebre…» y que les iban a hacer las pruebas y aislar «durante el tiempo que fuese necesario por ley y por seguridad». El viernes, en un mensaje en las redes sociales que acompañaron con una fotografía de ambos, informalmente vestidos y sin maquillar, insistieron en seguir las recomendaciones de los especialistas, para cuidarnos nosotros y, sobre todo, a los demás. “Para algunos esto puede degenerar en una enfermedad muy grave”, insistió Hanks.

Una vez más Hanks demostraba por qué es uno de los actores más queridos y el que más confianza transmite a los espectadores. Una característica que él mismo nos comentaba en esta entrevista concedida con motivo del estreno en España de la película Un amigo extraordinario, estreno que ahora ha tenido que ser aplazado por el coronavirus.

Tom Hanks es algo más que un actor…

«Cuando eres padre, no paras de meter la pata –dice Tom Hanks–. Cuentas mentiras a tus hijos. Los evitas. Levantas la voz…». Cruza los brazos y se arrellana en el sofá. «Recuerdo que, cuando yo era pequeño, si nos poníamos a llorar en el asiento trasero del coche, mi padre se giraba y nos decía que lo dejáramos de una vez… o se encargaría de darnos verdaderos motivos para llorar. Y, bueno, ¿qué tenía pensado hacer? ¿Estrangular al perro? Eso me haría llorar, claro. ¿Soltarle un bofetón a mamá? También me haría llorar, sin duda».

Tom Hanks: "Todavía no sé por qué la gente confía en mí" 5

Tom Hanks acompaña a su mujer, Rita Wilson, cuando el año pasado fue homenajeada con una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood, con sus hijos y la pequeña, Michaiah, hija de Chet, quien había tenido problemas con las drogas antes de ser padre.

Hanks está sentado frente a mí en la habitación de un hotel en Londres, hablando con esa voz tan familiar. En persona, lo mismo que en la pantalla, este actor de 63 años irradia un aura de decencia y honradez que es el resultado de casi tres decenios interpretando a personajes que son todo serenidad y sentido común.

Su nueva película, titulada Un amigo extraordinario, supone el colofón de esta trayectoria profesional; en ella encarna al hombre que los estadounidenses consideran la bondad personificada y le ha valido volver a ser nominado a mejor actor en los Oscar después de 20 años sin ser candidato. El personaje es Fred Rogers, presentador entre 1968 y 2001 del programa infantil de televisión Mister Rogers’ Neighbourhood (no se emitió en España, de ahí que aquí no lo conozcamos). Rogers no era un animador al uso; ayudaba a los niños a lidiar con sus emociones ante temas como la muerte de seres queridos o el divorcio de sus padres.

«Cuando eres padre, no paras de meter la pata. Mientes a tus hijos, los evitas, les levantas la voz… y aprendes a entender a tus propios padres»

El personaje remite a Hanks a su propia infancia; el programa empezó a emitirse cuando tenía 11 años y él y sus hermanos lo veían «porque era diferente, no había nada igual». Hijo de padres divorciados desde los 5, para entonces ya había conocido diez casas y diez colegios distintos al tener que vivir con un padre que, aunque odiaba cocinar, trabajaba como cocinero hasta las tantas de la noche y cambiaba cada cierto tiempo de restaurante, de hogar y, al menos dos veces más, también de esposa (su madre, empleada en un hospital, se casó tres veces más). Aun así, Hanks asegura que no les guarda rencor. «Tener cuatro hijos me ha ayudado a entenderlos. Para mis padres fue difícil, estaban tan atormentados por el odio a sí mismos, la culpa y todo lo que sucedió que no supieron cómo hacerlo».

Tom Hanks: "Todavía no sé por qué la gente confía en mí" 2

Foto: Redux / Contacto

En aquel entorno, asegura, el teatro se convirtió en su gran refugio. «Tuve una infancia feliz, disfruté de cada una de sus etapas, pero no me gustaba la soledad. En cada sitio al que llegábamos enseguida hacía amigos; hacía reír a los demás, daba la nota, decía cosas graciosas y extravagantes, así que subirme a un escenario fue algo natural».

La suma de las partes

Hanks es consciente de su aureola de ‘tipo en quien confiar’, pero dice que tan solo se puso a pensar en ella hacia 2015, cuando Clint Eastwood le propuso protagonizar Sully, la película sobre el piloto de la aerolínea US Airways que en 2009 se hizo famoso al llevar a cabo con éxito un amerizaje de emergencia en el río Hudson.

«No entendía que Clint me ofreciera este papel. Para empezar, no tengo el pelo blanco, como el piloto en la vida real, ni me parezco físicamente. Clint explicó que había pensado en mí porque la gente se fía de mí, espera que haga lo que uno tiene que hacer. ¿Cómo se explica? Todavía no lo entiendo. No soy más que un actor. Lo que pasa es que con el tiempo vas convirtiéndote en una especie de figura que es la suma de todos tus anteriores papeles… Incluso las películas que fueron un fracaso de taquilla. Al final, todo suma». Hanks sospecha que la génesis de esta figura se remonta a su interpretación de un abogado enfermo de sida en Philadelphia, la película dirigida por Jonathan Demme en 1993.

«Diría que a partir de entonces empezaron a ofrecerme papeles más interesantes y comprometidos».

«La gente dice que Tom es el hombre común de Hollywood, el Jimmy Stewart, el Gary Cooper de esta generación. Pero no, él es solo Tom Hanks. Y eso es más que suficiente». Son palabras de Barack Obama, amigo personal de este ganador de dos Oscar, a quien concedió en 2016 la Medalla Presidencial de la Libertad, la condecoración civil de mayor rango en Estados Unidos.
Honores y reconocimientos salpican los 40 años de carrera de este californiano descendiente de Abraham Lincoln –la madre del decimosexto presidente era hija de un Hanks, también Tom–, que agotó hace tiempo el catálogo de halagos.

‘Girl scout’ por un día

También el de anécdotas. Su trayectoria personal, de hecho, está repleta de momentos cargados de empatía, como cuando, en 2008, filmando Ángeles y demonios junto al Panteón de Roma, paró el rodaje para que una novia y su padre pudieran acercarse a la iglesia y, ya puesto, los acompañó hasta el altar. O aquel día de 2015 en que ayudó a vender galletas a un grupo de girl scouts, ofreciendo hacerse selfis a los transeúntes como incentivo. Ese mismo año encontró el DNI de una joven en un parque y usó su cuenta de Twitter para devolvérselo. Y en 1997, preparando el rodaje de Salvar al soldado Ryan, Steven Spielberg envió a varios actores a entrenar a un bosque con un exmarine bajo la lluvia; al rato, todos votaron por cancelar la práctica salvo Hanks, decidido a cumplir su compromiso con la producción.

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Su ‘aura’, traducida a términos económicos, se ha convertido en todo un reclamo para la taquilla. Desde que debutó, en 1980, sus películas han recaudado más de diez millones y medio de dólares, dos más que, por ejemplo, Tom Cruise. Todo ello sin una sola cinta de acción en el historial.

Hanks es de las pocas estrellas que nunca trabajó con el productor Harvey Weinstein. «Pese a lo que él diga, crecer en aquellos años no justificaba ese comportamiento»

Y con otro hito aún más relevante para Hollywood: Hanks es una de las pocas estrellas que nunca trabajó con el productor Harvey Weinstein, acusado de acoso, agresión sexual o violación por más de 80 mujeres. Y fue de los primeros en dejar clara su posición. Cuando el magnate alegó que había crecido en los años sesenta y setenta, «tiempos en que las reglas sobre el comportamiento en el trabajo eran distintas», Hanks, que también creció en aquellos años, dijo que aquello no justificaba su comportarmiento.

Cordura y buena suerte

El actor atribuye su cordura y formalidad a la buena suerte. Esto es, dice, lo que le ha permitido tomar decisiones acertadas en su vida. Cree, por ejemplo, que de no haberse casado y ser padre a los 21 –con 26 tuvo el segundo– le habría resultado más difícil lidiar con la fama. «Hubo momentos de terror total, pero me proporcionó responsabilidad. ‘Ahora que somos cuatro debo ganar suficiente para llevarlos al dentista, arreglar mi coche, el seguro médico…’. Así era la vida. Y gracias a eso evité todas las trampas. No podía perder el control».

«La vida consiste en hacer elecciones, pero debes saber que tienen consecuencias. Fui un idiota por no cuidarme y no comer bien», dice en referencia a su diabetes

Hanks se divorció de Samantha Lewes, su primera esposa, en 1985, cuando su carrera comenzaba a coger velocidad. En 1988, año de su boda con Rita Wilson, llegó Big, cinta con la que obtuvo su primer taquillazo, un Globo de Oro –tiene nueve– y su primera nominación al Oscar. A partir de ahí, los éxitos se sucedieron de forma tan vertiginosa que su segunda familia vivió una experiencia muy diferente a la primera. «Mis dos hijos mayores recuerdan cuando vivíamos en casas normales y no siempre tenía trabajo. De todos modos, nuestro hogar fue relativamente modesto, para alguien que trabaja en lo que yo trabajo, hasta que los niños crecieron. Fue una decisión consciente. El dinero es excelente, pero tanto Rita como yo transmitimos a nuestros hijos que hacemos lo que hacemos por placer».

Quizá por eso, Hanks, pese a los años, parece dormir en una barrica de formol. Las canas y las arrugas alrededor de sus ojos verdes no han borrado de su rostro esa energía entre firme e inocente con la que seduce audiencias. El único reparo que le pone al envejecimiento –«me gusta envejecer», admite– es una diabetes de tipo 2 diagnosticada en 2013 y que atribuye a los cambios de peso que le han exigido sus papeles. «La vida consiste en hacer elecciones, pero debes saber que tienen consecuencias. Fui un idiota por no cuidarme y no comer bien». Nada, en todo caso, que le haya impedido trabajar. En el próximo año y medio, sin ir más lejos, estrenará cuatro películas más y pronto superará las 50 como protagonista; es decir, lleva cuatro décadas haciendo más de una al año.

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En ‘Un amigo extraordinario’, Hanks es Fred Rogers, mito de la televisión infantil al que en Estados Unidos se considera la bondad personificada. No es un biopic al uso, sino una película arriesgada en la que Hanks construye una de las mejores interpretaciones de su carrera

Logros a la altura de un actor que, con apenas 45, se convirtió en el más joven receptor del Premio a Toda una Trayectoria del American Film Institute, sumando su apellido a los de Ford, Welles, Capra, Huston, Wilder, Hitchcock, Scorsese… «A través de sus papeles, personifica al hombre corriente lidiando con el dolor físico y emocional de la soledad», argumentó el jurado.

Satisfecho con la definición, Hanks explica así cómo llegó a convertirse en un icono americano. «De joven, querían que fuera un fulano simplón, graciosillo y simpaticote, y tuve que esforzarme por encontrar papeles más exigentes, que tuvieran un propósito más allá de ligarse a la rubita de turno, premisa inicial de un montón de películas de la época. Con el tiempo aprendí lo que no tenía que hacer».

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